Hugo Bolívar @CamCliMun
Hoy día, los casi ocho mil millones (8.000.000.000) de habitantes, nos encontramos bajo la misma amenaza, sin distinción alguna. Como también el resto de seres vivos que coexisten en el planeta. Esta amenaza, que hace rato de ser potencial, cada día incrementa sus consecuencias, en forma directamente proporcional, a nuestra inhumana conducta depredadora. Esta amenaza real, es el cambio climático mundial. Al respecto se han elaborado, un sin fin de documentos, películas, cumbres, talleres, foros, libros, entre otros, intentando con ello generar conciencia en torno a las devastadoras consecuencias que ocasionamos con nuestro incorrecto proceder. A pesar de esos meritorios esfuerzos, el éxito no ha acompañado siempre a tales iniciativas, generalmente tímidas, aisladas y sin el apoyo debido de los grandes centros de toma de decisiones. El meollo del asunto, radica en que casi todo análisis al respecto, se queda en la mera evaluación descriptiva de las harto conocidas causas y las evidentes consecuencias. Visto así, nos hemos quedado en simple contemplación de los acontecimientos. A nuestro juicio, el acento debemos colocarlo en la procura de soluciones honestas, sinceras, concretas. Por ejemplo, en materia energética, la gran mayoría de los países -y por ende sus parques industriales- funcionan con energías significativamente contaminantes. Cuando se trata de hacer la conversión hacia energías limpias, surge de inmediato el pretexto, que se ha posicionado como una suerte de máxima: “las fuentes generadoras de energías limpias, implican elevados costos financieros”. Pero qué resultará a la postre más oneroso: ¿el estímulo al desarrollo y puesta en práctica de las energías limpias o la preservación de la vida en el planeta? Ante esta cuestión impostergable, en nuestro caso Venezuela, no sólo somos país extractor y vendedor de petróleo a nivel planetario, sino que nuestra, casi única, fuente de energía es precisamente el petróleo, como es lógico. Sin embargo, hay tres fuentes de energía limpia que pudiéramos perfectamente desarrollar acá, como producto de las propias condiciones naturales que nos bendicen, tales como: (clima, relieve, temperatura, hidrología, entre otros), que hacen inevitable pensar que en el corto plazo se podría desarrollar con mayor rigor, a) la energía solar; b) hidrocinética y c) eólica. Nuestro país por estar ubicado en pleno trópico, tiene a su favor una altísima acumulación de luz solar y altas temperaturas durante al menos el 70% del año aproximadamente, que pudiera perfectamente dar cabida al desarrollo masivo de acumuladores y generadores de energía solar. No obstante en la entrega de hoy nos referiremos superficial y específicamente a la energía hidrocinética, que no es otra cosa que la generación de energía mediante el movimiento y/o circulación del agua. Esta energía encuentra su caldo de cultivo idóneo en los estados Mérida, Táchira y Trujillo. Los cuales poseen en su conjunto aproximadamente unos 30 Ríos principales, unas 120 quebradas y más de 900 nacientes, que pudieran con módicas inversiones, en infraestructura y equipamiento, generar los megas de energía necesarios, para satisfacer la demanda, no sólo de los tres estados en cuestión, sino que pudieran satisfacer en parte la demanda de los estados Barinas, Portuguesa y parte de los estados Lara y Zulia. Es por tanto, la región andina venezolana, la llamada a desarrollarse en ella al menos esta fuente de energía, con cero emisión de agentes contaminantes, sin menos cabo de las especies, y los más importante, con modestas inversiones, comparándolas con las inversiones tradicionales.
Es menester pues, desarrollar en la próxima entrega, un análisis detallado de las bondades de esta energía limpia, barata y con resultados tangibles, cómo funciona, costos-beneficios, investigaciones recientes y sobre todo su puesta en marcha en Venezuela, para contrarrestar desde estas latitudes, las terribles consecuencias del cambio climático mundial.