Todo el mundo cabe en una casa

Desde hace dos años venimos denunciando la posibilidad de que ocurra a escala planetaria un Apagón Pedagógico Global (APG), como resultado de una reconfiguración del capitalismo a escala planetaria. Los organismos económicos mundiales impulsan un nuevo modelo de sociedad, gobernanza, economía y educación, a cuyo logro contribuye la más importante ruptura de diálogo intergeneracional ocurrida desde la edad media. A diferencia de anteriores quiebres generacionales, en esta oportunidad el cambio ha resultado tan drástico que amenaza con un desfase de diálogo civilizatorio entre los mayores y los más chicos.

Mundos en cambio

El capitalismo del siglo XX necesitó una inversión gigantesca en carreteras, autopistas, puertos, aeropuertos, terminales, para hacer llegar las mercancías hasta el lugar más apartado del planeta, allí donde viviera un potencial consumidor. Pero ello generó tensiones por el reparto de los mercados, lo cual condujo a las dos grandes confl agraciones planetarias del siglo XX. Culminada la Segunda Guerra Mundial, el Tratado de Bretton Woods inició la implementación de mecanismos y dispositivos que expresaban el acuerdo de los vencedores sobre la geopolítica del comercio.

La crisis económica de la década de los años setenta del siglo XX, uno de cuyos componentes fue la saturación de los mercados produciendo un gran stock de mercancías, obligó al capitalismo a repensar el modelo de consumo y venta. Un elemento importante de esta sobreproducción lo constituyó el tiempo de deterioro de los productos. En consecuencia, se impulsó en la producción el concepto de rápida obsolescencia de las mercancías y se desarrolló un proceso singular de innovaciones en la presentación de los productos, procurando que los consumidores sustituyeran lo viejo por lo nuevo, ahora con fecha predeterminada de caducidad.

El nuevo ciclo, que exigía procesos mucho más rápidos de producción y distribución de las mercancías, hacía ineficiente la cadena de colocación basada en la proliferación de comercios locales. Ello permitió el impulso, a escala global, de los centros comerciales. Ahora eran los consumidores quienes tendrían que ir a donde estaban las mercancías, colocadas en un solo lugar, por muy diversas que fueran. La industria cultural construyó un imaginario de modernidad y progreso, expresado en los shopping, que posibilitó este cambio en el modelo de consumo. Con la llegada de la revolución científico-tecnológica, la expansión de la conectividad a internet, la masificación de las redes sociales y la presencia de computadores en millones de hogares, el capitalismo comienza a desarrollar un nuevo modelo de consumo. Surge y se impulsa el consumo online, que es fundamentalmente una relocalización del lugar de compra, en el hogar.

Ello tiene un desarrollo particular con los más chicos. Quienes somos padres en esas circunstancias de niños menores de doce años, sabemos lo que nos cuesta lograr que ellos nos acompañen a un centro comercial, a la panadería o al supermercado. Es más, podemos dejar abierta la puerta de nuestras casas y ellos seguramente no se tomarán la molestia de salir. Los más osados nos invitan a salir sin ellos, mientras los dejemos en casa “conectados”.

Para ello, en la reorientación del mercado y el consumo la tecnología juega un papel estelar. En el programa de televisión “Openhaimer presenta”, emitido el 20 de julio de 2016, sus entrevistados, científi cos sociales, explicaron cómo el desarrollo del hardware informático se orienta a la progresiva sustitución de los vendedores humanos de mercancías. En ese mismo programa los invitados afi rmaban que el 75% de los puestos de vendedores en el mundo desaparecerían en los próximos 6 años. A fi nales del año 2016, la poderosa cadena de comida barata, McDonald’s, anunciaba que sustituiría a sus vendedores en EEUU por máquinas, lo cual confi rma la tendencia que ya conocimos con la puesta en escena de las maquinas en los estacionamientos de vehículos, los cajeros automáticos, entre otros.

Las tiendas on line son ya parte de la cotidianidad de millones de seres humanos quienes prefi eren comprar desde casa y no trasladarse a ningún lugar. Esta relocalización del consumo a través de expresiones tecnológicas en el hogar, ya ha avanzado significativamente con las plataformas bancarias en línea y los celulares inteligentes para la realización de transacciones financieras, que incluyen el comercio. Prácticamente todos pagamos nuestras tarjetas, hacemos transferencias, compramos productos con dinero plástico a través de internet.

Por otra parte, los dispositivos de control social, a través de las tecnologías inteligentes, se centran cada vez más en el hogar, el lugar que hasta hace pocos años era expresión de la privacidad. Programas como la secretaria virtual Siri, son hoy en día quienes llevan nuestras agendas y nos recuerdan las fechas importantes. Las “escuchas” de Google respecto a lo que decimos y hacemos en casa, son cada día una verdad socialmente aceptada; ese hecho peligrosamente se está normalizando en nuestra realidad política y social. El desarrollo tecnológico no solo apunta a invitarnos a permanecer en casa el mayor tiempo posible, sino que pretende trasmitir la sensación de que estaremos muy bien cuidados allí, por un nuevo “Estado virtual”.

Muchos jóvenes y adultos están hoy en día trabajando en sus casas, en una nueva fase de maquila que los hace trabajadores “sin jefes”, con jornadas laborales diarias de doce, catorce o dieciséis horas. Redes sociales como Twiter o YouNow impulsan modelos de obtención de ganancias según la cantidad de seguidores o fans que se tengan, los mensajes que se distribuyan y la cantidad de publicidad comercial que gracias a cada uno de nosotros circule por el ciberespacio. Cada día son más los jóvenes que quieren tener como profesión el ser youtuber. En estas dinámicas “la casa” emerge como un lugar de enunciación privilegiado para la labor en las redes sociales y el trabajo inmaterial.

Otros campos no escapan a esta realidad. En el pasado, los locales partidarios no eran sólo los lugares donde ir a debatir ideas sobre el mundo y la sociedad, eran fundamentalmente espacios de encuentro humano, para conocer y reconocerse colectivamente. En los noventa y en el siglo XXI esta dinámica comienza a cambiar drásticamente. Hoy en día, cuando alguien decide aspirar a un cargo de presidente, diputado, gobernador, rector o hasta líder de una organización comunitaria, difícilmente su primera idea de trabajo estará asociada a la ubicación de un local de campaña; seguramente se dispondrá primeramente a la creación de sus cuentas en las redes sociales y el diseño de una campaña de marketing político a través de estos mecanismos. Este fenómeno cruza a las derechas y a las izquierdas. El local partidario no es un epicentro de lo político, pero tampoco la fábrica, la universidad o el campo.

Es decir, el mundo virtual emerge como el espacio de desarrollo de lo político. Cada día somos bombardeados por consultas de diversa índole, en las cuales participamos haciendo sólo un click; la política se traslada a los dispositivos móviles. La rebeldía a través de estos medios es efímera, es una especie de moda propagada por las redes sociales, para un encuentro breve que luego se diluye en el afán de volver a casa, como ocurrió con el movimiento contestatario mexicano de Somos 132. El neozapatismo del Sub Comandante Marcos es –en términos mundiales– un movimiento virtual. Las llamadas revoluciones árabes, los golpes de Estado en Brasil y Honduras o las desestabilizaciones al gobierno Bolivariano en Venezuela, tienen un capítulo especial en ese nuevo terreno de participación que es el ciberespacio. Este modelo de participación política tiene como uno de los lugares privilegiados de desarrollo el hogar, la computadora en casa. Hoy los clanes virtuales marcan la pauta del encuentro entre afines.

La educación Estas dinámicas no son ajenas a la educación. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE), el Banco Mundial (BM), entre otros, desde el año 2014, vienen planteando abiertamente la idea de convertir la casa en el lugar central de aprendizaje, mediante el uso educativo de videos a ser implementados con el acompañamiento de los padres, en cuya perspectiva la escuela que conocimos pasa a ser el lugar de evaluación.

Es importante destacar la creciente tendencia de los sistemas educativos a nivel internacional, de dotar de hardware tecnológicos para uso en la casa a los estudiantes. Esta política resulta central en la puesta en escena de modelos de aprendizaje individualizados y localizados fuera de la escuela. El papel protagónico de los maestros en los procesos de enseñanza-aprendizaje pretende ser sustituido por vídeos especializados, tutoriales o clases estandarizadas para ver y aprender en casa; y desde esa perspectiva, el aula escolar se reconfigura en la pantalla de un computador.

Sin lugar a dudas, una sociedad que no tiene lugares de encuentro para aprender a vivir, a convivir, a trabajar juntos es una No sociedad. El problema no son las tecnologías, ni la ciencia; el problema es el capitalismo del siglo XXI que quiere confinar a los individuos a espacios cada más reducidos y localizados.

Bienvenidas sean las revoluciones científicas y tecnológicas. Lo que hemos pretendido alertar en este corto trabajo es el surgimiento y desarrollo de un modelo de gobernanza mundial del capitalismo globalizado, que pretende sustituir el encuentro humano por la virtualidad, como parte de un nuevo modelo de producción y consumo de mercancías en el siglo XXI, usando la casa donde habitamos como epicentro. Resistir a ello implica conocer lo que está ocurriendo y como siempre construir alternativas que posibiliten el encuentro ecológico entre hombres, mujeres, tecnología y medio ambiente.

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