Caracas no es aquella ciudad dispuesta desde la época colonial con su cuadrícula y Leyes de Indias, en la que se orientaba el ancho de la calles, la ubicación de la Plaza Mayor, las plazoletas e iglesias; ni es la ciudad que el cronista Oviedo y Baños ubica “en un temperamento tan del cielo, que sin competencia es el mejor de cuantos tiene la América, pues además de ser muy saludable, parece que lo escogió la primavera para su habitación continua”; tampoco es “La ciudad de los techos rojos” con sus históricas esquinas que describió Enrique Bernardo Núñez; ni mucho menos es la Caracas en la que “los perros vagabundos se pelean en la calle y se transmiten un virus (la rabia) que luego transmiten a los humanos”, por la que transitaba Gabriel García Márquez cuando era feliz e indocumentado. No, ya no es aquella Caracas pero de todo ello guarda su esencia.
Como toda ciudad se ha ido transformando, sus calles no son las mismas, sus márgenes y su gente siguen en aumento. Sometida en el pasado a los designios de gobernadores indolentes y políticos que vendieron su alma al diablo, Caracas entra a jugar un papel fundamental en la era petrolera con la llegada del automóvil y el éxodo de millares de campesinos a la ciudad. Durante los años de la Venezuela “moderna” fue sometida al valium y el sopor de alcohol que sudaban sus gobernantes languideciendo plazas y parques, borrando calles y cuadras para sustituirlos por mamotretos y armatostes financieros.
La ciudad fue tomando medidas desproporcionadas sin planificación alguna, las montañas que acordonaban este inmenso valle trastocaron el verde por ranchos improvisados con techos de zinc y bloques de arcilla, que con ingenio popular fueron presentando soluciones habitacionales ante el vacío de propuestas por parte de los gobernantes de turno. El bien común se limitaba a romper algunas aceras (muchas de ellas de mármol) para sustituirlas por el cemento con el que se vaciaba el erario público o para fi nanciar la construcción por doquier de centros comerciales, los nuevos “parques de recreación” del “progreso”.
Con una nueva política y concepción de la ciudad más incluyente y humana se inicia el nuevo milenio. Se comienza a transformar la hostilidad de la urbe, en primer lugar permitiendo el acceso a lugares antes prohibidos para las clases populares como las grandes instalaciones militares. Se inicia a la par un proceso de recuperación de sitios emblemá- ticos acordes a las propuestas que distintas organizaciones y movimientos sociales del mundo planteaban en la Carta mundial por el derecho a la ciudad en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2002:
El derecho a la ciudad es interligado e interdependiente a todos los derechos humanos internacionalmente reconocidos, concebidos integralmente (…) el derecho a la tierra, a los medios de subsistencia, al trabajo, a la salud, educación, cultura, habitación, protección social, seguridad, medio ambiente sano, saneamiento, transporte público, entretenimiento e información.
La continuidad de los parques
En el año 2002 se inicia la recuperación tanto física como simbólica de diversos parques, que si bien fueron inaugurados durante la IV República, su abandono era total para la fecha. El llamado por los caraqueños “Parque del Este”, que nació bajo el nombre del escritor y político Rómulo Gallegos, al que luego llamaron Rómulo Betancourt, pasó a llamarse Parque Generalísimo Francisco de Miranda en honor al precursor de la libertad de América; en sus predios se sustituye una réplica de la carabela Santa María de Colón por una del Leander, barco con el que Miranda arribó a Venezuela para iniciar el sueño de la independencia; se recuperó el Planetario Humbolt, la Concha Acústica y la Cortina de agua entre otras instalaciones que estaban en completa ruina. Se recupera también el Parque Los Caobos, con su colección de obras artísticas, sus árboles, fuentes y espejos de agua. El conocido Parque del Oeste, ubicado en Catia, es reinaugurado con el nombre del cantor Alí Primera así como el parque Arístides Rojas ubicado en la Avenida Andrés Bello, espacios que venían siendo refugios de indigentes y focos de violencia.
En 2013 el presidente Nicolás Maduro anuncia la creación del Parque “Hugo Chávez”, un complejo recreativo y deportivo ubicado en La Rinconada cuyas primeras etapas ya fueron inauguradas y que contará con un estadio de fútbol con una capacidad para 55.000 personas y otro de béisbol para 35.000 espectadores, siendo el más grande del país con un área aproximada de 50 mil hectáreas de esparcimiento.
El casco central
La Alcaldía de Caracas ha recuperado más de 2 millones de m² entre bulevares, plazas, calles, aceras y paseos históricos, que hasta hace poco más de una década estuvieron tomados por el comercio informal. Dentro de las políticas de índole cultural, el presidente Chávez ordenó “devolver el centro de la ciudad que fue robado a los caraqueños” y así se inició una gran restauración para devolver el rostro humano a Caracas. Uno de los casos más signifi cativos fueron las Plazas Diego Ibarra y la Plaza Caracas, ubicadas en el Centro Simón Bolívar, que estuvieron tomadas por buhoneros, mafi as de contrabando y piratería, y eran conocidas como “Saigón” o “Camboya”. Hoy plenamente recuperadas. Lo mismo ocurrió con el bulevar de Catia, el de Sabana Grande y el del Cementerio, también antes hundidos en la desidia y el abandono.
Se han recuperado en los últimos años doce de los principales teatros caraqueños incluyendo el Teatro Teresa Carreño, un espacio que cuenta hoy con una de las salas, la Ríos Reyna, con la mejor acústica del mundo tras su modernización, los teatros Bolívar, Catia, Principal, Nacional, etc. Paseos históricos como el Ezequiel Zamora de El Calvario y Los Próceres hoy son puntos turísticos para los caraqueños, visitantes de otras regiones y países.
Hablan las paredes
La ciudad de Caracas nos muestra en todo sentido un nuevo rostro, muchas de sus paredes son lienzos para un movimiento de jóvenes muralistas que ha hecho de sus calles verdaderas obras de arte con un sentido social y humano. Con la puesta en marcha de la Gran Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor, el corazón de la ciudad, donde habitan millones de personas, va cambiando poco a poco su imagen, se han realizado proyectos que cuentan con la participación de las comunidades para reparar y reconstruir miles de canchas deportivas, gimnasios, casas culturales, huertos, fachadas y parques infantiles, entre otros. En casi toda la ciudad y en especial en los barrios caraqueños se encuentran parques especiales, ergonómicos y seguros para el disfrute de niñas y niños.
Otro cambio radical son los medios de transporte de los que disponen los barrios de San Agustín o Petare, teleféricos y cabletrenes que han transformado la dura realidad para transportarse que se vivía en ellos.
La ciudad extrema
Durante la última década se han construido parques para la práctica de deportes extremos con instalaciones de primera como es el caso del Parque de Nuevas Generaciones en Caricuao, el más grande del país en su estilo, que cuenta con escuelas y pistas de patinaje y escalada, con réplicas en otras zonas.
Hoy un buen tramo de la ciudad puede ser recorrido en bicicleta con la seguridad que ofrece la ciclovía, generando otra forma de transporte e incentivando el ejercicio y recreación de los caraqueños.
Son innumerables los lugares construidos y recuperados, todos ellos bajo el enfoque del “vivir bien” de los capitalinos, sin embargo, buena parte de los problemas heredados están aún por resolverse, sumado a la aceleración con que surgen nuevos desafíos urbanísticos que exigen la más alta planificación y eficiencia para superarlos.
Con sus contradicciones y complejidades, en la Caracas de hoy el paisaje se sigue reconfigurando para hacer de ella una ciudad más amable y humana, en la que poco a poco se van aminorando las desavenencias propias de las grandes urbes del mundo moderno y se afinan soluciones habitacionales y de esparcimiento para garantizar el derecho de todos y todas a la ciudad.
Carlos Manuel Duque
@carlospandanga