Es indudable que la educación y la cultura venezolana tuvieron un viraje pleno a partir del año 99, cuando el pueblo venezolano por primera vez aprobó una Constitución que desde su preámbulo concedía a la cultura un peso importante en la vida pública y en los derechos que a partir de ese entonces se verían consagrados en lo cotidiano. A pesar de las dificultades políticas, sociales y económicas en que se vio envuelto el país entero con el golpe de Estado de abril de 2002 y el paro petrolero que inició a finales de ese mismo año la oposición, el presidente Hugo Chávez consideró la necesidad de una política enfocada a la promoción del libro y la lectura para brindar las herramientas necesarias para consolidar la educación del pueblo.
En primer lugar, Chávez comenzó a utilizar el poder de convocatoria presente en sus intervenciones públicas para promocionar en cada alocución, en cada discurso o en su programa Aló presidente, una o varias lecturas, mencionando una obra en particular, un autor o leyendo un fragmento de un libro que al día siguiente era requerido en todas las librerías que existían en el país. Poco a poco se fue convirtiendo en el gran promotor de lectura del país, hasta el punto de referir libros en palestras internacionales que terminaban siendo primeros en venta mundial, como fue el caso de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, luego de obsequiárselo en la ONU al presidente Barak Obama.
En el año 2003 se inicia en el país la campaña de alfabetización más ambiciosa de América Latina, con el apoyo de Cuba y su método “Yo si puedo” se crea la Misión Robinson, en honor al maestro del Libertador, Simón Rodríguez, con la cual se logró alfabetizar a más de un millón y medio de personas, cifra que fue certificada en 2005 con el reconocimiento y la posterior declaración de la Unesco de Venezuela como Territorio Libre de Analfabetismo. Este programa que contemplaba un novedoso método pedagógico que permitía en poco tiempo la enseñanza de la lectura y escritura, estuvo acompañado de la entrega de un millón de bibliotecas familiares donadas por el gobierno cubano al pueblo venezolano, que contenían 20 títulos de lo más selecto de la literatura universal y latinoamericana, es decir 20 millones de libros.
Ese mismo año se crea en Venezuela el Ministerio de la Cultura, con el cual se diseña una contundente política enfocada al libro y la lectura. En primer lugar se rescatan las dos editoriales más emblemáticas del país, de gran impacto internacional: Monte Ávila y Biblioteca Ayacucho, que a fi nales de los 90 publicaban poco menos de un libro anual, en un claro proceso de abandono y quiebre que apuntaba hacia su privatización o desaparición. Se comienzan a hacer ediciones especiales con tiraje masivo, iniciando con la Biblioteca Básica Temática que contenía 25 títulos, de la cual se imprimieron un millón de bibliotecas, para un total de 25 millones de libros. A esto le seguiría un millón de ejemplares de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, para celebrar los 500 años de su creación, una hermosa edición que contó con el prólogo del Premio Nobel de Literatura José Saramago.
En el año 2006 se crea la Editorial El perro y la rana con múltiples colecciones que abarcaban la literatura y el pensamiento universal, latinoamericano y caribeño, para todas las edades. Un proyecto con un altísimo grado de inclusión que apuesta por el reconocimiento de las nuevas voces de las letras venezolanas, de autores que nunca habían visto concretado su acto creativo y que gracias a estas políticas comenzaban a visibilizarse. Seguidamente se llevó a cabo la impresión, bajo este sello, de Los miserables de Víctor Hugo con 500 mil ejemplares, en 3 tomos; la reproducción de más de 500 mil ejemplares de Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón; la Biblioteca de los Consejos Comunales, que contó con 100 títulos de historia, pensamiento social, poesía, narrativa, entre otros, con un tiraje de cien mil bibliotecas, es decir un millón de ejemplares. En sus doce años de existencia esta editorial ha publicado más de 4 mil títulos de autores de reconocimiento universal, contemporáneos e inéditos.
Consecuentemente se comienzan a levantar otras instituciones para garantizar el acceso al libro y la lectura como parte de un plan nacional y se crea así la Imprenta de la Cultura, ubicada en la zona industrial de Guarenas, estado Miranda, empleando tecnología de punta, con una capacidad de reproducción de 200 millones de libros al año. Se crea la Distribuidora Venezolana de la Cultura para garantizar el reparto de esos bienes culturales en todo el país y se crea la red de Librerías del Sur con 60 puntos en todo el territorio nacional, para facilitar el acceso al libro a través de todo el mapa de la nación. A este resurgimiento editorial se sumaron otros ministerios con la repotenciación y creación de nuevos fondos como Ipasmé, Minci, Ciencia y tecnología, Educación, Ambiente, etc., con los cuales se sobrepasó la cifra de 300 millones de libros editados hasta hoy. Según el último estudio del comportamiento lector realizado por el Centro Nacional del Libro, los venezolanos pasaron a leer aproximadamente cuatro libros per cápita anualmente, colocando a Venezuela por encima de muchos países del mundo.
Eventos literarios como la Feria Internacional del Libro de Venezuela, en 12 años ininterrumpidos, se ha venido consolidado entre las cinco principales de Latinoamérica alcanzando más de 340 mil visitantes al año. Asimismo, el Festival Mundial de Poesía, año tras año desde el 2003, ha logrado reunir a los mejores exponentes de la poesía viva de los cinco continentes. A ellos se suman otras ferias del libro como las universitarias y las de carácter regional que junto a grandes concursos y certámenes literarios han consolidado un escenario propicio para desarrollar la escritura y la lectura en el país.
En este sentido, la cultura como garantía y bien común ha sido un derecho que el pueblo venezolano ha sabido ejercer y defender. El libro y la lectura han sido parte fundamental de este logro histórico. La necesidad de fortalecer la revolución desde la conciencia individual y colectiva, desde la asunción de responsabilidades comunes que nazcan desde una ética desarrollada a la luz del socialismo, se ve cimentada en la producción de libros con contenidos que instan al pensamiento crítico, la creatividad y la inclusión social. En apenas una década se han publicado y distribuido más libros que en toda la historia patria.
Hoy, a pesar de los ataques permanentes a la economía que atraviesa el país, podemos afi rmar con orgullo que Venezuela es un país de lectores y lectoras, que cuenta con una estructura cónsona para seguir respondiendo a los desafíos del milenio. Asimismo, como parte de los nuevos retos tecnológicos que se presentan en esta materia, las editoriales públicas han emprendido una campaña de promoción del libro digital como una forma más de difusión del conocimiento, apoyada en la entrega gratuita de tabletas y computadoras portátiles a los niños, niñas y jóvenes de Venezuela.