“Hoy no está tan claro qué es un museo, sino lo que ya no puede ser. No puede exhibir la cultura como trofeo de las conquistas, ni como simple orgullo de la identidad nacional. No puede consagrar al arte contemporáneo como si fuera la última etapa de las bellas artes y no puede ser una app del mercado. Al repensarlo como medio de comunicación, se trata de que se vean las obras como parte de procesos sociales”. Con esta frase el antropólogo cultural Néstor García Canclini defi ne uno de los elementos fundamentales de la cultura moderna.
Los principales museos del mundo hoy forman parte de las estrategias financieras del mercado. Desde hace algunas décadas museos como el Louvre en París, el Británico en Londres, el Metropolitano de Nueva York, el Prado en Madrid, sólo por mencionar algunos, significan para estos países verdaderos negocios. Para disfrutar de sus exposiciones los millones de visitantes que concurren a sus salas cada año pagan entre 12 y 20 euros por persona; lo que constituye un gran negocio dentro de la sociedad del espectáculo –en Venezuela, salvo alguna excepción, el disfrute de las exposiciones y actividades museísticas en general es totalmente gratuito. En Venezuela existen museos cuyas colecciones de obras de arte no tienen nada que envidiar a ningún país del mundo. Artistas universales que van desde El Greco, Goya, Miró, Braque, Chagall, Mondrian, Matisse, Guayasamín, Rivera, Orozco, Calder, Picasso, Botero, Reverón, Duchamp, entre muchísimos otros, llenan las salas expositivas de la Galería de Arte Nacional, el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de Bellas Artes. Asimismo, se mantienen abiertos múltiples espacios de exposiciones en todo el país como el Museo Alejandro Otero, Museo Nacional de Arquitectura, Museo de Ciencias, Museo de Arte de Coro, Museo de la Ciudad de Calabozo, Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez, Museo Nacional de Arte Popular, Museo de Barquisimeto, por mencionar solo los más importantes del país. Las salas de estos museos dan cabida a nuevos talentos artísticos, permitiendo la participación no sólo del público, que puede disfrutar de ellas sin pagar un centavo gracias a una política sostenida en los últimos años cuyo objetivo principal es hacer de la cultura un bien común.
Hay que destacar que desde los tiempos de Guzmán Blanco hasta el año 1999, las galerías, museos y espacios expositivos estuvieron relegados al uso y usufructo de las clases altas y una reducida clase media. Uno de los casos más emblemático del secuestro de la cultura en el país fue el del Museo de Arte Contemporáneo, que a inicios de los años 90 se le rubricó el nombre de Sofía Imber, una compradora de obras de arte, de profesión periodista, que siendo una “gerente del arte” y sin tener obra artística, le colocó su nombre a uno de los museos públicos más importantes del país, marcando el inicio de una etapa de privatización de los espacios culturales.
En la actualidad la mayor parte de las exposiciones se realizan a partir de convocatorias y concursos nacionales de proyectos expositivos, lo que representa una manera de democratización cultural por medio de la cual se incluyen constantemente nuevos talentos nacionales y foráneos; esta es una de las líneas del Plan Museológico que ha venido realizando el Gobierno Bolivariano.
Otra de las líneas de este Plan ha sido la recuperación y construcción de nuevos espacios museísticos, como es el caso de la nueva sede de la Galería de Arte Nacional, que desde su inauguración en 1976 ocupó los espacios aledaños al Museo de Bellas Artes. En el año 2009 el presidente Hugo Chávez inauguró la nueva sede –erigida sobre una estructura que durante muchos años estuvo en completo abandono en pleno centro de Caracas– que cuenta con una extensión de 31 mil metros cuadrados desde la avenida Bolívar a la avenida México. En estos espacios funciona también el Centro Nacional de Conservación y Restauración Patrimonial (Cencrep) responsable de preservar, conservar y restaurar el patrimonio artístico de la nación. Allí un cuerpo de especialistas conformado por investigadores, ingenieros, químicos, entre otros, realizan el registro, diagnóstico, investigación, conservación y restauración de las miles de obras de incalculable valor de nuestro patrimonio nacional. Dentro de las políticas museísticas está contemplada, como elemento estratégico, la formación en las diversas áreas del mundo de la plástica, que va desde la especialización profesional de sus trabajadores (curadores, registradores, restauradores, conservadores, etc.), así como también la oferta de talleres de iniciación y una amplia gama de temas específicos que se ofrecen al público venezolano sin costo alguno.
Los museos venezolanos son vanguardia en el mundo por su mística de trabajo. Se ha superado en los últimos años el estancamiento en el que estuvieron sumidos por dedicarse exclusivamente a preservar y almacenar obras y se han dinamizado en su rol de socializar el arte y hacer de la cultura un bien común.
Son muchos los retos que aún tiene por delante la política museística nacional. Uno de ellos es la articulación permanente del museo con las comunidades que logre sacar del espacio museístico el encuentro con el hacer artístico. Asimismo, se debe potenciar la promoción de este patrimonio cultural y crear rutas turísticas que incluyan a los museos como destino y garantizar la constante participación de los ciudadanos en su disfrute y mejora, pues como afirma Canclini “Los cambios en los museos tienen que ver también con la redefinición de los sujetos que protagonizan su acción”.