Introducción: ajuste de cuentas
El proceso constituyente abre el cauce para la normalización de formas de comprensión y praxis revolucionarias, que hacen posible la construcción de las bases económicas del socialismo. La Constituyente es una proyección, un acto teleológico. Proyectar ese futuro amerita, como condición previa, saldar ciertas cuentas con el pasado, para luego tejer algunas ideas que permitan trascender las taras heredadas del pensamiento burgués.
Hablar de la historia de la economía venezolana suele trenzar mitos con realidades, cuentos con ciencia; pero fundamentalmente es hablar de un tejido complejo de “intereses” que se han estructurado para dar forma a un “tipo” especial de capitalismo vernáculo y todo un cuerpo teórico que se construyó para justificarlo, al tiempo que entra, distorsiona o anula otro discurso, el que puede liberar, el queintenta ser narrado desde los oprimidos. De todo ello ha quedado un inventario de “interpretaciones” variopintas que es preciso hilvanar (al menos las más descollantes) y hacer las distinciones debidas para que puedan servir de base, de soporte, e incluso de antítesis para un nuevo cuerpo teórico que permita el diseño del modelo productivo para superar el rentismo petrolero.
No se puede digerir a priori ese compendio de interpretaciones impuestas por el discurso dominante, que crea “fórmulas” de amplio espectro, esgrime supuestas leyes universales, donde no hay más que conveniencias e intereses, incluidas sus agencias de validación y sus gurúes. Hay que ponerlo todo bajo la penumbra de la duda, como recomendara Descartes. Intentemos en este escrito, al menos, dar algunos elementos para el debate que permitan saldar cuotas con el corpus teó- rico que nos han impuesto para explicarnos en el último siglo.
No hay teoría neutra: que suba el telón
En esa puesta en escena teórica de la economía con propósitos de explicar nuestra particular realidad, las interpretaciones más visibles provienen fundamentalmente de dos campos, del pensamiento liberal burgués y del marxismo, con diferentes niveles de profundidad y distintos enfoques. Con especial ventajismo por parte del pensamiento liberal burgués que ha contado con todo el andamiaje que el poder y el dominio le confieren.
El pensamiento liberal burgués y otras especies La hermenéutica (es decir, el arte de explicar, traducir o interpretar los textos) nos obliga a buscar el origen de los condicionamientos que moldearon el imaginario de nuestro pueblo del siglo XX y XXI con respecto a los temas de la economía, esos vectores o líneas del pensamiento, acuñados como conceptos, apreciaciones, categorías, exégesis de otros escritos, labrados desde la pluma y el pensamiento de unos pocos privilegiados (en el sentido de tener el poder de hacerlo, ante otros que no tienen o no tuvieron ese poder de hacerse oír o leer), que se erigieron en “fuente del saber”, que se constituyeron como insumo para la impronta de una especie de “sentido común” de vernos en la historia. De ese sentido común del cual derivan no pocas “taras” teóricas que impiden vislumbrar un camino para nuestra liberación económica y política.
Quienes conformaron ese pequeño grupo, desde sus encumbradas posiciones hicieron su mayor esfuerzo por acuñar certezas, por ejercitar el poder de captación de fenómenos, sobre la base de una forma fundamentalmente descriptiva, que al decir de Nietzsche ha constituido nuestra mayor ventaja sobre nuestros antepasados, que entonces apenas se conformaban con buscar relaciones de causa y efecto: Describimos mejor, pero explicamos tan poco como nuestros predecesores. Donde el buscador ingenuo de las civilizaciones antiguas no veía sino dos cosas, la “causa” y el “efecto”, como se decía, nosotros hemos descubierto una sucesión múltiple; hemos perfeccionado la imagen del devenir, pero apenas hemos ido más allá de esa imagen ni la hemos dejado atrás. En todo caso la serie de “causas” resulta más completa a nuestros ojos, y concluimos que tal cosa debe producirse primero para que se siga tal otra, pero no hemos avanzado más en la comprensión de ello (…) Operamos sobre cantidades de cosas inexistentes, líneas, superfi cies, cuerpos, átomos, tiempos, espacios divisibles, ¿cómo podríamos explicar, si hacemos de todo una representación, nuestra representación?1
Desde esa representación del pensamiento liberal burgués, han proliferado millones de páginas sin que los asuntos medulares afl oren completamente, y no estamos hablando de simples falencias, se trata de una predisposición clasista, que desvía precisamente la atención de aquellos puntos que puedan poner en riesgo el dominio burgués.
Arturo Uslar Pietri señalaba en su artículo “El petróleo y la inestabilidad” que: El poder creciente del Estado venezolano, derivado de la riqueza petrolera creciente que administra, lo convierte en un ente superior y en mucha parte independiente del medio social y económico nacional. Lo independiza de las instituciones y lo hace más fuerte que los controles legales. Lo lleva a convertirse de hecho en un árbitro incontrolable de la vida nacional.
(…) Detrás de la decadencia de la agricultura está el petróleo. Detrás de nuestra imposibilidad de exportar está el petróleo. Detrás de nuestros altos costos está el petróleo. Detrás de nuestros puertos abarrotados de importaciones de alimentos. Está presente en todos los aspectos de nuestra vida colectiva. A poco que se ahonde en cualquier fenómeno social se le verá aparecer con su inerte y poderosa presencia. El desequilibrio entre el poder del Estado venezolano y las fuerzas sociales es, en última instancia, petróleo. Petróleo es el que empuja el campesino del campo a la ciudad. El petróleo es la fuente que va haciendo más ancho el peligroso foso de la desigualdad social. El tono convincente en la oración demagógica del agitador, lo pone el petróleo. De petróleo se alimenta la inquietud social y la inestabilidad.
Ese es el hecho capital que hay que tener presente. El hecho que condiciona todo lo que ha ocurrido y todo lo que se puede hacer. El hecho que nos está diciendo con su presencia y con sus manifestaciones, que todo lo que se haga ignorándolo o dejándolo en libertad de actuar, será nugatorio, fugaz e insignifi cante. Ese hecho es que toda la vida venezolana en todas sus manifestaciones está condicionada y determinada por el petróleo. El día en que todos, o los más, lo comprendan así, se habrá dado un gran paso hacia la solución verdadera y permanente de eso que con un nombre vago hemos venido llamando los problemas venezolanos. Porque ya el mero decir en plural: los problemas venezolanos implica una actitud de incomprensión. Lo que hay es un problema venezolano. Uno e indivisible. Con mil manifestaciones pero con una sola raíz. Y el problema venezolano es el petróleo”.2 Estos párrafos tienen la doble virtud de condensar en un solo expositor, su condición de ideólogo de la clase burguesa y de formador de opinión de las masas oprimidas. Su densidad teórica es incuestionable, por tanto estamos ante una preciada muestra que da cuenta de lo más granado del pensamiento burgués, y al mismo tiempo lo devela, lo expone, lo coloca como el origen de extravíos argumentativos para la confi guración de esa cosa llamada “sentido común”, fórmulas expeditas para justifi car el paso de la historia sin comprometer mayormente el establishment.
El petróleo tiene “la culpa” de casi todo lo que nos acontece, aunque también podría ser el vehículo para la redención del venezolano. Uslar Pietri sentencia que: “Paradójicamente a la vez problema y solución, mal y remedio. Porque si de él, por nuestra capacidad defensiva, surgen los males, de él tan sólo, por medio de la inteligencia y de la voluntad colectivas, podrían venir los mayores bienes. Y esto, de nosotros los venezolanos, y de más nadie, depende”.3
Aquí subyace la concepción del Estado “neutro”, de su preconizada “independencia”, su pretendida condición supra social, y la supuesta autonomía en el desempeño de sus funciones operadas por ¿extraterrestres?, ocultan toda relación de clase, de subordinación a unos factores del tejido económico y social que es preciso poner en claro.
Luego viene lo importante, el objeto deseado, un constructo discursivo: “el relato burgués”; que construye “consensos” donde no hay más que imposición. Creado el monstruo, diseñada la enfermedad, planteamos la solución: “Porque si de él, por nuestra capacidad defensiva, surgen los males, de él tan solo, por medio de la inteligencia y de la voluntad colectivas, podrían venir los mayores bienes”. No hacen falta cuestionamientos, ni análisis críticos al sistema capitalista y la forma que adopta en nuestro país, sólo bastan “la inteligencia y la voluntad colectivas” arropadas bajo el consenso (impuesto) del modo burgués de interpretar la historia, y si esa historia es económica, con más razón. De allí que el corolario de este corpus teórico sea “sembrar el petróleo”. Porque las soluciones siempre están en el nivel instrumental del pensamiento, de lo funcional, nada de hacer fi losofía y andar descubriendo luchas de clases, por citar un ejemplo.
Con la simpleza de un silogismo se despacha el asunto central de nuestro capitalismo dependiente y parasitario. Hay un Estado omnipotente desprendido del cuerpo social, hay unos males que se derivan de esa condición, hay una conclusión lógica: suprimir o minimizar el papel del Estado. Para ello hay que salvar lo único que importa de esa relación: los recursos fi nancieros. También hay que sembrar el petróleo. Para ello están predestinados los sobrevivientes de esa jungla darwiniana del mercado, los más aptos. Sólo que los “más aptos”, sólo son más aptos para chupar de la renta petrolera, no han desarrollado, ni les interesa desarrollar condiciones que le permitancompetir en el verdadero universo del capitalismo real. Los más aptos surgen del seno de la burguesía parasitaria, coligados con personeros del aparato estatal hecho a su imagen y semejanza.
La verdad es que en nuestro país la burguesía fi nanciero-comercial-importadora ha controlado el aparato del Estado en el último siglo. Asimismo resalta su carácter dependiente en la forma de relacionarse con el capital hegemónico transnacional.
Cuando se habla de superar la renta, de sembrar el petróleo, también opera en el plano simbólico una especie de democratización de “la culpa” de ser rentista, todo el país está arropado bajo la cultura del rentismo, y aunque esto no deja de ser cierto, la cuestión de fondo es que quienes han usufructuado ese rentismo, un pequeño sector privilegiado de la sociedad, no está interesado en superar esa condición que tanto le favorece, aunque sí tiene interés en seguir manejando el concepto de culpa colectiva como factor de parálisis y de opacamiento de la lucha de clases que subyace en el fondo. El problema de la renta petrolera y de su distribución es realmente un problema político, lejos de ser interpretado simplemente como un problema de orden moral.