Dice el dicho popular, cuando alguien es muy habilidoso, “que es capaz de sacarle punta hasta a una bola de billar”. Cualidad que, poseen los seres humanos la cual, en algunos casos, es usada con fines poco éticos.
En los juegos de envite y azar ella es muy común: “empatuco la baraja”, “metió una chiva”, “cargo los dados” son –entre muchos otros- procedimientos normales en éste tipo de juego.
Pero, no solo los ludópatas tienen esa gracia.
El ejercicio de la política es –de igual manera- una actividad en donde la habilidad se ha convertido en un requisito indispensable. Quien llega al poder es percibido como un ser poseedor de grandes habilidades.
Pero, donde más nos llama la atención es ver cómo han surgido, en los últimos años, organizaciones autollamadas no gubernamentales defensoras de la sociedad civil. Y, de manera más particular, para la defensa de los derechos humanos.
Los derechos humanos, que son una conquista de la humanidad en su permanente oposición a la explotación capitalista, están siendo sometidos a una manipulación política, nunca antes conocida.
A los migrantes centroamericanos se les sataniza. Mientras que a los “migrantes” venezolanos se les financia, se les promueve, se les glorifica.
La mejor demostración de esta afirmación lo constituye el financiamiento que ha recibido el mandatario colombiano Iván Duque, quien a cuenta de la “migración venezolana” ha recibido más de 32 millones de dólares, del gobierno estadounidense.
La Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), es el parapeto institucional a través del cual se realiza el mismo
Por su parte, los gobiernos de extrema derecha del viejo continente, a través de la Unión Europea hacen otro tanto.
Bajo el eufemismo de la cooperación y la solidaridad dichos gobiernos ocultan el verdadero destino que se le está dando a a ese financiamiento. El cual no es otro que seguir financiando a los sectores desestabilizadores de la democracia venezolana.
Pero, de tanto sacarle punta a la bola de billar esta se les volvió polvo.