Teatro, sombras, títeres, hilos

Que se me perdone el exotismo, pero en aras de ahorrar centimetraje tomo de Pepe Escobar, deliberada y descaradamente, la analogía del teatro de sombras balinés para cortar camino sobre tanto acontecimiento reciente sobre el plano político, a ver si por ahí le damos a la nuez del asunto. Así como no existe un corte en seco en la distinción entre lo mundano y lo sobrenatural (sekala y niskala, respectivamente) en la racionalidad de la herencia cultural balinesa, su teatro, en tanto proyección de ese cosmos, reproduce esa falta de distinción dentro de un mundo y otro. Lo mismo ocurre en la extendida tradición asiática del teatro de sombras, el Wayang kulit.

Kulit signifi ca piel, cobertura. Wayang es el títere, hecho de cuero de vaca, pintado y sostenido por palos que el dalang -el titiritero- manipula a su antojo”, especifi ca Escobar. Bajo la mirada de esa tradición, el plano del sekala y el niskala coexisten sobre el mismo mundo, sólo que el niskala es imperceptible, mientas que el sekala es lo que nosotros podemos percibir.

Así, en el wayang kulit, donde no existe la dualidad occidental del “bien y del mal” sino un sistema de equilibrios y contrapesos cósmicos (dharma-adharma), la escenografía representaría el sekala, mientras que el dalang, encargado de narrar la historia (que debe saberse de memoria) “operaría” sobre el plano del niskala, lo imperceptible. Con esta puesta en escena como punto de partida, traslademos ahora esa mecánica a nuestro propio plano político, sin necesariamente, todavía, atribuirle de nuevo una valoración positiva/ negativa en nuestra acostumbrada (y occidental) dicotomía luminoso/oscuro como lo bueno y lo malo, necesariamente (y hasta que se vislumbren los factores sobre ambos planos de la metáfora balinesa).

Sekala

Todas las controversias y acciones suscitadas desde inicios de abril, al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) emitir la sentencia sobre el estatuto inoperante de la Asamblea Nacional, en desacato desde 2016, obedece irremisiblemente a la lógica operativa del engranaje de los cinco poderes que componen al Estado venezolano, a su sistema inmunológico legal y al imperativo de que a pesar de tanta acción en contra, buscando la parálisis, la fractura y el salto adelante de la agenda que en realidad (niskala) dirige a la MUD, obedece a una racionalidad operativa. A pesar del vacío provocado por un poder legislativo que permanentemente ha venido apuntando contra la línea de fl otación de la Constitución con cuanta acción semilegal o abiertamente disruptiva atenta contra toda jurisprudencia, todo acto genuinamente político (como un asunto de todos, del cuerpo republicano y su contrato social).

Se trata, además, de un proceso orgánico que no por eso siempre, sobre el plano de lo práctico y funcional, va a estar exento de controversias, tal como lo evidenció la posición pública que asumió la Fiscal General, como representante del Poder Público (a su vez componente del Poder Moral).

A pesar de la forzada instalación de la matriz del golpe de Estado (el hilo que mueve el dalang interesado en imponer su obra), que traslada la suma de acciones acumuladas y sintetizadas en la verdadera agenda golpista en pleno trance, bastó la invocación del artículo 323 constitucional (que invoca al Consejo de Defensa de la Nación), para que entre los poderes se dirimiera dicha controversia, se reformara la sentencia en sus puntos 155 y 156, y quedara, una vez más, el dalang a plena luz del día, y el fallido relato de wayang kulyt que le quieren imponer al público los sospechosos habituales. Tan lejos de tanta sofisticación asiática.

Los medios, ese otro dalang fallido que se empeña en hacernos creer que todo esto es un asunto de purísimo niskala y todo está a simple vista, al gobierno (y el Estado) haber dado tres pasos adelante y retroceder uno en su rectifi cación, hizo que toda la tramoya se le volviera a caer, forzado a huir hacia adelante.

Pero, además, la presunción de que todo esto ocurre sobre un solo estricto plano y una sola dimensión, como la farándula, les serviría (se subraya el condicional) para ahorrarse explicaciones por tanta chapuza que sólo se sostiene sobre dos ejes (cuando lo ideal, para ellos, es que fueran tres, si les funcionara en realidad el eje político).

1) La artificiosa (por hiper-estimulada) violencia irregular, bien sea paracriminal o vía las “movilizaciones estudiantiles” (a su vez otro juego de relaciones sekala-niskala) de probeta, ensayadas y puestas en marcha en múltiples contextos y escenarios a lo largo de los años; y 2) sobre la actuación del verdadero dalang absoluto de sus quehaceres, procedimientos, modos del discurso y la estrategia de fondo del dalang aquel que prefiere comunicarse en inglés, y de acuerdo a las pautas conceptuales del catecismo político neoliberal.

El objetivo táctico de ese intento de imponer ese relato sobre el plano de la opinión para manufacturar esa suerte de “sentido común” empobrece la riqueza del complejo y multidimensional wayang kulit que atestigua la gente de a pie cuando, como ha sido acostumbrado bajo el principio de la sospecha, va más allá del ruido y el aturdimiento de las necesidades y la urgencia de aquello que también opera desde esa manipulación a fondo del niskala (por invisible y no por orden cósmico como pretexto).

Niskala (y/o cuál de todos los órdenes prevalecerá)

Reordenémonos de nuevo un poco para no enredar el papagayo. El gobierno y el Estado en sus funciones fundamentales actúa en el plano de lo público y visible (de nuevo, el sekala). La seguridad profunda del ídem obligatoriamente tiene que actuar ahí donde lo conspirativo requiere de la sombra y el silencio para prosperar. Cuando la seguridad actúa, y jalona la conspiración a la luz pública, se produce ese movimiento de bisagra entre lo público y lo secreto.

Lo que se dice y se materializa y lo que se calla y rehuye de su expresión textual concreta. Pongámonos un pelo más postmos: el mundo es texto, lenguaje, sintaxis. Y todo acto de lenguaje es traducción, diría George Steiner. El niskala traduce al sekala en este caso. Esto viene a cuento, ahora sí, tal vez, en un terreno de valoraciones positivo/negativo en tanto que “lo bueno” es evitar la violencia para que se dirima en lo político, y lo malo lo que sustancialmente le hace daño a ese orden mediante el caos, desestructurando el cosmos. Así, nos encontramos entonces con otra lectura que conjura todo intento de consolidar superfi cies como plano único de aquella suma de acontecimientos llamado realidad.

Así, la noción de “realidad movilizadora” que cuenta con todo el andamiaje del espectáculo, la hiperestimulación de los sentidos, el dato “conmovedor” del discurso de ONGs y estúpidas campañas publicitarias que operan sobre un sector de la población para que actúe bajo esa sobredósis contra las soluciones políticas (“Cualquier instante de la vida humana / es nueva ejecución, con que me advierte /cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana” sentenciaría Francisco de Quevedo) obedecen a una operación específi ca, multifactorial, con un claro objetivo: el derrocamiento de un gobierno legítimamente electo por las urnas por vías violentas y anticonstitucionales, sobre un simulacro mal montado y representado de wayang kulit (recordemos, el teatro de sombras). Las revelaciones que el diputado Diosdado Cabello aireó en su programa el pasado 5 de abril, en la que un ex operador de la Disip y un ex coronel del Ejército detallan con pelos y señales una acción golpista que incluye las movilizaciones que estamos atestiguando esta semana, destruyen toda la escenografía y toda su belleza exhuberante, y lo inserta en un movimiento global que hoy en día se expresa con toda claridad con los bombardeos contra la República Árabe Siria.

Y si esto resulta increíble, haga el mínimo esfuerzo de revisar las últimas declaraciones del Comando Sur de los Estados Unidos (el que “se encarga” de Venezuela) declarándonos una amenaza regional. Aplastando cualquier clase de candidez a las acciones de calle que hoy en día asolan y ensucian a Caracas. Y demostrando todo lo que hace falta para cubrir la anemia política de aquella entelequia mal montada que llaman “la oposición”.

Joaquín Perdomo
Analista político y escritor

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