Parafraseando al gran periodista polaco Ryszard Kapucinski, quizás encontramos una de las claves más primarias de lo que actualmente ocurre en Venezuela: las guerras no comienzan con los primeros tiros; las guerras comienzan con los cambios en el lenguaje. Un dirigente medio de la Contra nicaragüense en el pináculo de la guerra civil, les decía a sus tropas en la comunidad de Santuario que un acuerdo satisfactorio con el sandinismo era imposible, mientras jóvenes de 15 y 17 años se paraban fi rmes acompañados de un fusil. Mientras sostenía el megáfono anunciaba que la Contra, para ese momento avanzado de la guerra, agrupaba a toda la población nicaragüense.
El sandinismo como fuerza política era señalado internacionalmente y por parte de los dirigentes de la contrainsurgencia como culpable de la devaluación de la moneda, del deterioro del país, de la destrucción de las familias y la precaria situación del campesinado que generaba la guerra en curso. La Administración Reagan, hostil al nuevo gobierno del sandinismo, apenas al segundo año de su gobierno incipiente y obligado a recomponer al país luego de caída la dictadura, impuso un fuerte bloqueo fi nanciero y económico con el objetivo de limitar las importaciones de Nicaragua hacia Estados Unidos; la exportación de carne y café hacia los Estados Unidos (su mercado natural), entre otros rubros alimentarios, era la principal fuente de ingresos del país centroamericano. Al ser cortados a totalidad por las sanciones de la Administración Reagan, el país entró en un fuerte deterioro que fue utilizado como caldo de cultivo para que la CIA financiara a la Contra nicaragüense. Cuatro décadas más atrás en el compás de la historia y luego de más de 3 años de una guerra civil espantosa, el general Francisco Franco se hacía definitivamente del poder en España para imponer una feroz dictadura. Luego de ahí la reconstrucción del país pasó por cambiar el nombre de las calles, impedir ciertas tradiciones, exacerbar otras y coaccionar cualquier comportamiento distinto a los imperativos de ese nuevo Estado. Una brillante tesis doctoral de Zira Box Varela ante la Universidad Complutense de Madrid, presentada en el año 2008, resalta al franquismo como una construcción simbólica. Los hechos en concreto que señala la investigadora dicen mucho más que una fría lectura histórica.
Los artefactos culturales y discursos políticos activados por la maquinaria cultural del franquismo tenían un objetivo cardinal según reseña la tesis de Box Varela: exterminar los modos de representar la historia y códigos culturales (verbales, arquitectónicos, musicales, etc.) que no se correspondieran con el franquismo. El franquismo se impuso en términos simbólicos como el principio de la historia moderna española, otorgándole rasgos de atraso casi barbáricos a todo lo anterior al movimiento y a lo que en el presente representara una crítica. En ese dispositivo cultural radicó su poder como correlato al que era ejercido desde las armas, los paredones de fusilamiento y las mazmorras.
Antes de 1991, la multicultural y multiétnica nación socialista de Yugoslavia vivía en tranquilidad. Una economía robusta, PBI en constante crecimiento y una amplia cobertura del Estado en salud, vivienda y educación para la totalidad de la población narraron los mejores tiempos de una nación floreciente. Un exhaustivo documental sobre la historia de la guerra civil en Yugoslavia, denominado por su autores como El precio de las cadenas, puso en relieve cómo en centros urbanos donde habitaban en total tranquilidad se habían constituido lazos familiares entre serbios y croatas, de un mes a otro del fatídico año de 1991, entraban a una fase de hostilidad vecinal marcada por ataques y muestras de odio entre quienes eran hermanos. Diez años duró esa guerra civil que fragmentó a Yugoslavia como cuerpo simbólico, político, económico y territorial, dejando en su trágico transcurrir una constelación de pequeños países separados por razones étnicas y nacionales, quebrados culturalmente, pero unidos a su vez en un nuevo esquema de dominación geopolítica que los subordinada a todos ante el mandato de Estados Unidos y la OTAN. Pero este proceso no empezó ni se desarrolló de forma espontánea. Una agresiva campaña de propaganda nacional y extranjera, combinada con una crisis económica y financiera que azotó al país durante esos años, estimuló las bajas pasiones y el descontento social, otorgándole una direccionalidad política: el culpable de la situación de Yugoslavia no estaba en factores económicos externos, sino en quién compartía tu cama, en quienes eran tus hijos y tus vecinos. De la misma forma que en Nicaragua, el gobierno de Yugoslavia fue sometido a sanciones financieras por parte de Estados Unidos para atizar el descontento de la población. A la fabricación del culpable se le comenzó a llamar serbio o croata, dependiendo desde qué lado del charco se observara. En esa ruptura de la intimidad de la nación colocaron la semilla podrida que descompuso toda la anatomía cultural, política y social de Yugoslavia.
Estos tres ejemplos a modo de comparación, cada uno con sus particularidades y diferencias de índole históricosocial, son de utilidad para explicar lo que ahora sucede en Venezuela. En tres procesos históricos el uso político del odio (fascismo) fue protagonista como entramado simbólico, bien para justificar luego del asesinato cultural de la nación un “nuevo orden” que exterminara cualquier código de la “historia anterior”, bien para establecer fronteras étnicas, raciales y nacionales lo suficientemente sólidas para fragmentar el cuerpo nacional. Mucho más fácil de dominar y de dirigir por las potencias que gobiernan el mundo en términos geopolíticos. La eliminación de sus símbolos, códigos y expresiones culturales también fueron atacados brutalmente para luego de debilitados ser arrastrados por la corriente de la guerra. El “divide y vencerás” de Sun Tzu también se narra por el odio y el fascismo como puntapié inicial. El chavismo, así como el sandinismo, serbios y croatas, republicanos españoles en el pasado, es ahora usado como etiqueta y modo de representación de un momento nada agradable para el país.
A través de la propaganda y del cambio de lenguaje de la dirigencia opositora, el chavismo es convertido en una especie de galpón vació donde las frustraciones, bajas pasiones y el descontento por las circunstancias actuales lo van rellenando de significados. El discurso político planteado casi en lógica de exterminio por los dirigentes opositores quemó la barrera, las tribunas y las ruedas de prensa, ubicándose simbólicamente hacia un cuerpo específico, que no es otro que el del chavismo como fuerza política y social. En este discurso no existe la baja de los precios del petróleo que ha afectado sensiblemente los ingresos del país, factor que va más allá de la gestión económica del Gobierno Nacional. Tampoco existe el papel de la Asamblea Nacional y de su presidente Julio Borges como actores fundamentales del bloqueo financiero, gestionado a través de la entrega de comunicaciones ofi ciales y cartas emanadas del Poder Legislativo a grandes bancos internacionales, para que no entreguen créditos al país mientras estemos bajo “una dictadura”. Todo factor externo e independiente de la gestión política y económica del chavismo es ecilpsado, omitido, cancelado.
No hace falta ser un experto leyendo para entender que las coordenadas discursivas y simbólicas inconfesables que se van emitiendo en medio del conflicto apuntan a la eliminación política, moral y en sus últimas consecuencias física del “responsable de la crisis” como forma de “salir de la crisis”. Todos sus símbolos, códigos y expresiones culturales forman parte de la “historia anterior” que debe desaparecer.
Las claves ideológicas sobre la “restauración de la democracia” y “la recuperación de una economía de libre mercado”, en forma de metamensajes transcurren por esta lógica de exterminio atizada con fuerza.
Y toda razón tiene una práctica que la confirma. Las persecuciones, el incendio provocado por manifestantes opositores de la vivienda de un humilde artesano por tener una imagen de Chávez, el saqueo a una panadería en Cúcuta por esta misma razón y el asedio a embajadas y chavistas en el extranjero, son a su vez la adaptación en Venezuela del mortífero germen trasplantado en el corazón de la nación yugoslava y nicaragüense. También en los ejemplos acá comentados, las vías políticas, de negociación y diálogo fueron deliberadamente agotadas para trasladar la pugna política al cuerpo y la vida social. El llamado a diálogo del Gobierno Nacional y la propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente puede que sean sus últimas líneas de defensa.