Cuando se vive en ciudades como Caracas, Maracay, Valencia, Puerto Cabello, La Guaira, Guarenas o Guatire se tiene el privilegio de poder estar, en menos de una hora, frente a las maravillosas playas de las costas venezolanas. En pocas urbes del mundo conseguimos esta combinación del agite cotidiano del concreto con verdaderos paraísos contiguos, bañados por las aguas del Mar Caribe.
Playas, pueblos y tradiciones bajo el amparo de un clima perfecto que dura todo el año, son el escenario de un turismo natural y cotidiano, que no tiene nada que ver con ese turismo de revista, acartonado, que suele estar tan alejado del contacto humano. Acá vivimos un turismo en el que se mezclan el disfrute de joyas de la naturaleza con el calor de la gente y su diversidad cultural.
Vargas, un paraíso a la vuelta de la esquina
A sólo media hora de Caracas, en transporte público o privado, podemos estar sentados bajo las palmeras de balnearios como Camuri Chico, Alí Babá, Los Ángeles, Marina Grande, entre otros que bordean el estado Vargas. Cada fi n de semana y cada temporada de asueto se reciben a cientos de miles de visitantes para el disfrute de atractivos turísticos, por lo bien que les resulta el acceso y la comodidad. En Vargas nos encontramos con poblados como Naiguatá, conocido por sus Diablos Danzantes, declarados por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, o el pueblo de Macuto, la tierra de Armando Reverón, que cuenta con un centro histórico a orillas del mar, atravesado por un bulevar en el que sus habitantes ofrecen un cálido recibimiento a los visitantes con música en vivo y restaurantes de pescado.
Tanto al este como al oeste del estado Vargas se encuentran poblaciones afrodescendientes donde el tambor acompaña el repicar de las olas. Hacia el oriente de esta costa, después de Los Caracas, se encuentran los pueblos de Osma, Todasana, La Sabana, Chuspa y Caruao, una verdadera muestra de esa simbiosis del calor humano y la calidez de playas paradisíacas cuyo trayecto se realiza en poco más de una hora. Hacia el occidente extremo del Estado Vargas llegamos a Chichiriviche de la Costa, un lugar apartado que cuenta con aguas con corales, ideales para los que buscan explorar en las profundidades del mar, además de ríos y aguas termales.
Aragua, tesoros escondidos tras la estepa verde
El estado Aragua posee uno de los principales parques nacionales del país, el Henri Pittier, que cuenta con una superficie de 107.800 hectáreas, atravesada por nueve ríos y una innumerable riqueza animal y vegetal, que separa a los centros urbanos del mar. Desde Maracay, la capital de esa entidad, se puede atravesar la densidad silvestre del parque y en menos de una hora disfrutar de pueblos como Choroní, que posee una combinación de río, montaña y playa, ideales a la hora de disfrutar de un estancia llena de posibilidades de recreación.
Desde allí se puede tomar una embarcación que en veinte minutos de navegación nos lleva a Chuao, un hermoso pueblo con una extensa playa y caminos de montaña que llevan al Chorrerón, una caída de agua con un amplio pozo de aguas nacidas en el corazón del Henry Pittier. Pero lo más fascinante del pueblo de Chuao es su gente. En Chuao se produce el mejor cacao del mundo, y su población se ha dedicado durante siglos a la siembra y cultivo de este fruto cotizado por los mejores chocolateros del mundo. Allí se encuentra otra de las cofradías de Diablos Danzantes Patrimonio de la Humanidad. Otros pueblos como Ocumare, Cata, Cuyagua y Turiamo, brindan también paraísos únicos en el planeta.
Carabobo, una de las puertas de entrada al país
Carabobo cuenta con ciudades como Valencia, la más industrializada del país, y Puerto Cabello, la primera ciudad portuaria de Venezuela, en la que sus habitantes tienen también la dicha de vivir cercanos al Mar Caribe. A escasos minutos del ruido del tráfico y de las maquinarias, se esconden pequeños oasis como Isla Larga, ubicada en el Parque Nacional San Esteban en donde se combinan blancas arenas con aguas cristalinas y una gran variedad de vida marina en torno a extensos corales y embarcaciones hundidas que hacen del submarinismo una experiencia inolvidable.
Playas como La Rosa, Blanca, Quizandal, Isla del Rey, Isla Ratón o la Bahía de Patanemo, conforman parte de un collar de piedras marinas extendido en las costas carabobeñas.
La Bahía de Patanemo es quizá una de las principales joyas, ubicada en el Parque Nacional San Esteban, posee una playa extensa con diferentes oleajes, que la hacen idónea tanto para los amantes del surf como para los que buscan aguas tranquilas y cristalinas. Posee un entorno diverso donde converge un universo de vida marina en medio de manglares, laguna y delta de río, bordeada de montañas con vegetación espesa. Posee tantos elementos de la naturaleza juntos, que se necesitan múltiples visitas para contemplar tanta riqueza natural condensada en ese pequeño espacio.
Miranda, cien kilómetros de tambor y playa
Chirimena, Chirere, Majagua, San Francisquito, Puerto Plata, Paparo, Machurucuto, Caribe, Caracolito, Puerto Francés, La Playita, Los Totumos, Buche, Buchito, Valle Seco, Carenero, Las Cabañas, Chocolate, Isla de Oro, Daiquirí, Caño Copey, Puerto Tuy, Playa Limpia, Tacarigua de la Laguna, Managua son nombres que esconden innumerables tesoros marinos, nombres de playas por donde el Sol galopa tirado por el viento del estado Miranda, cuyo nombre se debe a ese prócer tan dado al mar.
Cercana a las ciudades de Caracas, Guarenas y Guatire, se encuentra una subregión llamada Barlovento, que significa “de donde viene el viento”, en la que convergen los municipios Acevedo, Andrés Bello, Brión, Buroz, Páez y Pedro Gual; como dice una canción popular: “Barlovento, Barlovento, Tierra ardiente y del tambor/ tierra de las fulías y negras finas/ que llevan de fiesta su cintura prieta,/ al son de la curbeta y el taquiti taqui de la mina”, es una zona cuya costa posee las playas con aguas más diversas: cristalinas, turbias, revueltas, extensas y poco profundas, con canales de aguas dulces, ríos, lagunas, etc. Los microclimas tan marcadamente variados la hacen una ruta obligatoria a tan escasa distancia de la capital venezolana.
Vivir en cualquiera de estas ciudades arriba mencionadas conlleva al privilegio de contar con una extensa costa de playas y poblados en los que la inmensidad del Mar Caribe y el cálido abrazo de su gente se cruzan para hacer una estancia como pocas en el mundo, en un recorrido de escasos minutos que se puede hacer tanto en carro particular como en el transporte público que funciona a precios accesibles hasta cualquiera de estos paraísos.