Reflexionando sobre la verificación en Twitter

La anunciada desaparición de las marcas de verificación obtenidas mediante sistemas anteriores en Twitter y la entrada en vigor definitiva de Twitter Blue ha traído todo tipo de polémicas: de entrada, la gran mayoría de los usuarios que tenían esta marca, que Twitter repartía o concedía anteriormente con un criterio enormemente errático, han dejado de tenerla, incluyendo a todo tipo de personajes públicos salvo que, como en el caso de LeBron James, Stephen King y algunos otros, el propio Elon Musk decidiese pagar por sus marcas de verificación él mismo.

En mi caso, llevo pagando por Twitter Blue desde que el producto fue anunciado. Mi razonamiento para ello fue muy sencillo: ocho dólares al mes es una suscripción más de las que pago, y el uso de Twitter me supone suficiente valor añadido como para justificarla. Entiendo perfectamente y me parece muy bien que muchos usuarios no quieran hacerlo, pero para mí, teniendo en cuenta el papel que Twitter juega en mi ecosistema informativo, es lo que los anglosajones llaman un no brainer: a lo largo del tiempo que llevo ahí, Twitter me ha generado muchísimo más valor que el que saldría de multiplicar todos los meses que llevo ahí por ocho dólares. No disfruto regalando el dinero, obviamente, pero sí me gusta contribuir a financiar los servicios que me aportan valor, aunque su dueño sea una de las personas más ricas del mundo y una de las personas que más opiniones polarizadas genera.

Por otro lado, me dedico a la generación de contenidos, y Twitter es una de las redes que más me posibilita maximizar la llegada de esos contenidos a más gente: mi caso es relativamente atípico porque no gano dinero directamente con esos contenidos – no admito publicidad de ningún tipo porque, tras probarlo algún tiempo, odio de manera encarnizada ese modelo de negocio al menos en su estado actual – pero eso no quiere decir que no me guste que mis contenidos tengan difusión: si una suscripción de ocho dólares al mes me garantiza un mejor posicionamiento en una red como Twitter con una relación señal / ruido como la que tiene, francamente, me interesa.

Si a todo ello uno el hecho de que no solo uso Twitter, sino que además, como profesor de innovación, lo estudio y lo utilizo en clase, tengo todavía más razones para pagar. Creo que Twitter tiene muchas posibilidades de influir en el futuro de los servicios web del futuro tal y como los conoceremos, y estar en el lado de los que pagan y acceden a todo aquello que Twitter tenga que proponer me proporciona la posibilidad de hablar de ello en primera persona.

¿Me parece bien que Elon convierta Twitter en su chiringuito privado, en el que solo sus amigos reciben gratis la insignia de verificados? Obviamente no, pero entiendo sus razones para hacerlo, y tengo la impresión de que muchos de esos que ahora se niegan en redondo a pagar por Twitter terminarán haciéndolo cuando vean su revisada propuesta de valor y los planes que Elon tiene para el servicio. En este momento, estamos en el punto bajo del ciclo: Elon ha convertido Twitter en una compañía mucho más pequeña y manejable, la ha desprovisto de su anterior «cultura de balneario», y está obsesionado con que tanto sus usuarios como las compañías que deseen hacer publicidad en ella se autentiquen de alguna manera. Ya veremos lo que hace Elon en el futuro con unos anunciantes cuyo dinero aún necesita, pero con un modelo, el de la publicidad, que prácticamente abomina.

A partir de aquí, veremos. La idea de que aquellos que pretendan obtener un cierto valor de Twitter paguen una suscripción por ello podría salirle bien o mal, y de hecho, en este momento, cuando la propuesta de valor aún está por formular y es poco menos que un acto de fe, hay muchos que opinan que lo peor de Twitter Blue no es pagar los ocho dólares, sino la degradación que supone que cualquiera que los pague pueda estar verificado. Seamos pragmáticos y dejemos de ver la marca de verificación como un «honor» o una señal de pertenencia a algún tipo de club selecto, y pasemos a verla como lo que actualmente es: una identificación fehaciente con un medio de pago y un teléfono, que permite tener un control mucho más claro de quién dice o hace qué cosa.

¿Habrá un poco de caos y algunos idiotas pretendiendo verificarse como lo que no son? Por supuesto, y será cuestión de tiempo echarlos de la red. ¿Aparecerán movimientos que pretendan bloquear todas las cuentas que tengan la marca azul? Pues sí, pero seguramente, ya se cansarán cuando entiendan la esencia del cambio: convertir Twitter en otra cosa, en un servicio diferente y, al menos en la idea que Musk tiene en la cabeza, con más valor añadido, muy posiblemente vinculado con la idea de una transición a la Web3. Es muy pronto para saber lo que pretende – suponiendo que él mismo lo sepa. Pero francamente, me interesa estar ahí para verlo y entenderlo.

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