No, la tecnología no provoca terribles problemas ni trastornos…

Un estudio de Oxford demuestra, por enésima vez en la historia, que la llegada de una nueva tecnología no provoca terribles efectos sobre las personas, sino que simplemente, la utilizamos y nos adaptamos a ella de manera completamente normal: el tiempo que los adolescentes pasan delante de su smartphone no tiene ninguna relación significativa con ningún tipo de incremento de problemas o trastornos mentales. Todos esos padres y madres que, preocupados por infinidad de medios injustificadamente alarmistas, se agobiaban y perseguían a sus hijos porque temían que un uso excesivo del smartphone les generaría algún tipo de trastorno pueden relajarse: NO. PASA. NADA.

Simplemente, no hay conexión entre uso de redes sociales y trastornos mentales. Es lo que hay. Cuando un estudio llevado a cabo sobre una enorme muestra de 430,000 adolescentes norteamericanos y británicos no es capaz de encontrar esa relación, es que simplemente no existe, como no existías tampoco entre el uso de libros, el de periódicos, el de revistas, el de televisión o el del radiocasete portátil. Las tecnologías se desarrollan, se popularizan, las utilizamos, nos adaptamos a ellas, y punto. No hay más drama. Siempre habrá histéricos que traten de atribuir a cada nueva tecnología un montón de efectos secundarios, de problemas y hasta de trastornos y enfermedades, pero la gran verdad es la que es: nunca pasa nada. La especie humana se diferencia por su capacidad de adaptación a los cambios en el entorno, razón por la cual se ha convertido en la colonizadora más eficiente de todo el planeta – sin que podamos afirmar, desgraciadamente, que esa circunstancia haya sido positiva para el planeta. Si una tecnología nos aporta algo que percibimos como un beneficio, la adoptamos y la utilizamos, sin que ello nos convierta en adictos o en enfermos, por más que algunos se empeñen en convencernos de lo contrario.

El smartphone llegó en 2007, y rápidamente se convirtió en una de las interfaces más habituales para relacionarnos con todo tipo de información. Inmediatamente, muchos se empeñaron en buscar relación con todo tipo de trastornos, desde déficits de atención a problemas de vista, pasando por depresión, obesidad, trastornos del sueño, obsesiones de todo tipo y hasta suicidios. De verdad: me he enfrentado con personas presuntamente inteligentes que afirmaban que bulos completamente creepypasta como el Blue Whale Challenge o Momo eran ciertos y que habían muerto infinidad de niños, cuando en realidad, eran eso: bulos que no habían matado jamás a nadie, que no tenían ningún viso de realidad, y que no se creía nadie más que algunos adultos fantasiosos. Y aún ahora, mucho tiempo después de aquellas discusiones y de que esos bulos hayan sido convenientemente acreditados como tales en todas partes, estoy seguro de que los que defendían su veracidad siguen completamente convencidos de ella, como si aquellos supuestos suicidios hubiesen ocurrido ante sus ojos. Demonizar la tecnología no es más que una válvula de escape.

Desgraciadamente, es algo normal, que ocurre con cada nuevo desarrollo tecnológico: cuando no son problemas en nuestros órganos internos derivados de la velocidad de los trenes, es la sordera por el uso de auriculares, la incapacidad para escribir en condiciones por culpa del lenguaje que se utilizaba en los SMS o las tendencias violentas debidas a los videojuegos. Son, simplemente, las historias de fantasmas de la era digital. Pero no nos preocupemos: siempre habrá un experto dispuesto, a cambio de un minuto de gloria en televisión, a decir que «eso es así y no puede ser de otra manera», confiando en que, cuando la ciencia llegue a demostrar que, de nuevo, no ocurre nada y no hay nada de lo que alarmarse, nos habremos olvidado de ellos y de sus teorías.

Por favor, sentido común. Si un niño está pendiente del smartphone a todas horas y no desarrolla suficiente actividad física, se niega a soltar el terminal durante la hora de la cena o no duerme, no tienes un niño «adicto», ni «trastornado»: tienes, simplemente, un niño mal educado. Edúcalo en condiciones, con todo lo que ello conlleva (nadie dijo que fuera fácil!), y déjate de utilizar el recurso fácil de echarle la culpa a la tecnología.

This article was also published in English on Forbes, «Why are we still blaming technology for our failure to raise our children properly?«

Deja un comentario